LES, REFLEXIÓN - EL PROFETA RENUENTE.

LES, Reflexión - Domingo 22 de junio.
Hoy reflexionamos sobre la historia de Jonás. Esta historia trae varias lecciones espirituales para cada creyente. Jonás no era cualquier profeta, era uno que conocía a Dios, reconocía su poder y aun así decidió huir de la misión encomendada.
Considerando la realidad moral del imperio asirio, humanamente es razonable comprender la negativa de Jonás de ir a Nínive. Los asirios eran conocidos por su brutalidad, los murales asirios están repletos de escenas de crueldad de sus conquistas, los pueblos conquistados eran masacrados brutalmente.
Jesús comparó su misión con la de Jonás (Mateo 12:38-41), el “vino a buscar y a salvar lo que se había perdido” (Lc 19: 10), así como Jonás paso tres días en el vientre de un pez por causa de su pecado, Jesús paso tres días en el sepulcro por causa de los pecados de la humanidad.
Jesús, a diferencia de Jonás, no huyó del sufrimiento ni de su misión redentora. Su amor por los perdidos lo llevó hasta la cruz y la tumba, permaneciendo tres días en el sepulcro para darnos vida.
El momento más importante en el ministerio de Jonás se encuentra cuando le preguntan quien era, y de donde venía. La respuesta de Jonás es “Soy hebreo y temo a Jehová, Dios de los cielos que hizo el mar y la tierra” (Jon 1: 9).
La respuesta de Jonás parece ser un eco de Apocalipsis 14: 7. Él es un adorador del Dios que hizo “la tierra, el mar y las fuentes de las aguas”
Esta declaración es fundamental, porque es parte del mensaje de los tres ángeles de apocalipsis 14.
Adorar al creador, es salir de Babilonia “salid pueblo mío de allí” (Apo 18: 4)
El mensaje de Jonás generó un impacto positivo en los habitantes de Nínive.
¿Cuál es la reflexión para nosotros?
Dios no llama a los capacitados a la misión, sino que capacita a los llamados. La clave está en dejar que el amor de Dios transforme nuestro corazón, para que no solo obedezcamos, sino que compartamos su compasión.
La gran pregunta es: ¿Cuánto hay de Jonás en ti? Si lo hay, el primer paso para superarlo es rendirte completamente al Dios que hizo el cielo, la tierra y el mar.