LES, REFLEXIÓN - LA ADORACIÓN DE LA IMAGEN

LES, Reflexión - Lunes 16 de junio

En Daniel 2, Nabucodonosor reconoce la grandeza del Dios de Daniel luego de que el profeta revela y explica el sueño de la estatua. Impresionado, el rey se postra ante Daniel y exalta al Dios del cielo “ciertamente el Dios vuestro es Dios de dioses, Señor de los reyes y el que revela los misterios” (Dan. 2:47). Sin embargo, ese reconocimiento no duro mucho.

En el capítulo siguiente, Nabucodonosor manda erigir una estatua completamente de oro, desafiando abiertamente el mensaje divino que afirmaba que su reino, Babilonia, sería reemplazado por otros. El oro de toda la estatua simbolizaba su rebelión contra la profecía y su deseo arrogante de permanencia eterna.

En lugar de someterse a la voluntad divina, el rey trató de escribir su propia colocando a un lado, la soberanía divina.

Este deseo de autodeterminación se asemeja al espíritu de Lucifer, quien también se rebeló contra el gobierno de Dios buscando su propia gloria (Isa. 14:13-14).

Por orden de Nabucodonosor, todos debían arrodillarse ante la estatua sin importar su rango o clase social.

Aquí es cuando aparecen tres jóvenes hebreos (Sadrac, Mesac y Abed-nego) que desafían el decreto humano. Su lealtad a Dios esta por encima de todo.

Alte el llamado y oportunidad del rey ellos respondieron “Nuestro Dios quien servimos, puede librarnos del horno ardiente; y de tus manos, rey, nos librará. Y si no, has de saber oh rey, que no serviremos a tus dioses, ni tampoco adoraremos a la estatua que has levantado” (Dan. 3: 17, 18).

¿Cuál es la lección para nosotros?

Hoy también somos presionados por una cultura que exige conformidad, pero como los jóvenes hebreos, estamos llamados a mantenernos leales a Dios por encima de todo. La fidelidad no es un asunto emocional, si no una decisión racional.

Que, como Sadrac, Mesac y Abed-nego, podamos decir con convicción: “Nuestro Dios puede librarnos... pero si no, igual seguiremos adorándole a Él.”